
El buque presenta bandera china MMSI 412326884, IMO 8776966 y Señal distintiva de llamada BBKC7. Llegó al Atlántico sur desde aguas afuera de Perú pasando por el Estrecho de Magallanes el 28 de diciembre 2024 y efectuando operaciones de pesca de calamar illex al borde de la milla 200, en aguas cercanas argentinas en una zona desde el través de Península de Valdés, hasta el paralelo 46°S, al través de la localidad de Comodoro Rivadavia.


Imágenes gentileza GFW
La medida se basa en sospechas fundadas de uso de trabajo forzado a bordo, una práctica que, según diversas investigaciones, afecta a numerosas tripulaciones de buques asiáticos en aguas del hemisferio sur.
La orden, emitida por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), exige a todos los puertos estadounidenses retener cualquier faena—no solo calamar— proveniente del Zhen Fa 7. Según la agencia, existen múltiples indicios de violaciones graves a los derechos humanos, incluyendo aislamiento de los tripulantes, retención de documentos, condiciones laborales abusivas, coerción mediante endeudamiento y violencia física y sexual, todos elementos reconocidos por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) como señales de esclavitud moderna.
El historial del Zhen Fa 7 ya había despertado alarmas. En marzo de 2021, un marinero indonesio de 21 años, Daniel Aritonang, fue desembarcado gravemente herido en Montevideo desde un buque tanquero liberiano que lo había recogido previamente del potero chino. Horas después murió en un hospital. El caso salió a la luz gracias a una trabajadora portuaria uruguaya que asistió al joven y reportó la situación a una organización internacional que investiga abusos en altamar, The Outlaw Ocean Project.
A pesar de este prontuario, el Zhen Fa 7 continuó operando en el Atlántico Sur y en aquella oportunidad, entre el 1 y el 5 de marzo de ese año ingresó 180 millas dentro del Mar Argentino, acercándose a solo 40 millas náuticas de la Isla Leones, frente al Golfo San Jorge con autorización por malas condiciones meteorológicas. La embarcación no estaba sola: fue parte de una flota de al menos 150 pesqueros chinos al resguardo de vientos huracanados.
El ingreso de estos buques se enmarca en una práctica habitual: durante temporales, la Prefectura Naval Argentina autoriza el ingreso de embarcaciones extranjeras a aguas jurisdiccionales como medida humanitaria. Pero bajo condiciones estrictas: prohibición de pesca, luces apagadas, artes sobre cubierta, equipos de comunicación encendidos y reportes periódicos. El calamar, el principal objetivo de esta flota, se pesca justamente de noche mediante potentes luces.
La polémica también roza a la Argentina. En enero de este año, la provincia de Santa Cruz avanzó en acuerdos con empresas chinas para brindarles apoyo logístico. El contexto internacional y los antecedentes de embarcaciones como el Zhen Fa 7, –que no es la única con estas prácticas a bordo– plantean interrogantes sobre la conveniencia de este tipo de alianzas y la necesidad de mayores controles.
Recientemente se ha sabido que operó durante toda la temporada del calamar 2025 fuera de la Zona Económica Exclusiva Argentina, en aguas adyacentes, hasta el pasado 17 de junio, fecha en la que emprendió rumbo hacia el puerto de Shidao, en China. Su travesía lo llevó a cruzar los océanos Atlántico e Índico, y actualmente continúa en franca navegación a velocidad crucero de 10 nudos. Aún restan unas 3.500 millas náuticas para alcanzar su destino, con una estimación de arribo (ETA) prevista para el mediodía del próximo 4 de agosto próximo.

La incautación dispuesta por Estados Unidos sobre los productos pesqueros del Zhen Fa 7 desnuda las grietas entre intereses pesqueros, derechos humanos y sostenibilidad marina. En medio de crecientes operaciones de flotas lejanas en el Atlántico Sur, la región enfrenta el desafío de forjar estrategias propias: reglas claras, controles efectivos y alianzas que respeten soberanía, justicia y conservación.